Texto: Raúl Beltrán
Fotos: Sitoh Ortega yYolanda Ogayar
Si hay algo singular que
tiene la música es que alguien que no la hubiera escuchado nunca se
sentiría atraído por ella. Y si es buena, podría experimentar
emociones desconocidas hasta ese instante. Al contrario que con otras
disciplinas artísticas, el criterio pasa a un segundo plano. La
música golpea, como si de pequeños alfileres se tratase,
terminaciones nerviosas que provocan el espanto o la sublimación,
pero en su sentido físico: algo en nosotros pasa del estado sólido
al gaseoso. Y como el joven inexperto bebedor de vino que siempre
acierta en diferenciar un buen caldo de cualquier agua sucia, porque
a nadie nunca le amarga un dulce, el torpe oyente de sonidos
modulados distintos a los que habitualmente escucha, sabe desde el
principio, que está ante algo grande. Pero si además se trata del
compás y del swing de Chano Domínguez y Francis Posé, pocas veces
volverá a saciar su alma del mismo modo.
Francis Posé. |
Y comenzó con “Gracias
a la vida” de Violeta Parra, una magnífica declaración de
intenciones para una velada musical como la que protagonizó en
Casallana junto al excelso contrabajista malagueño Francis Posé, a
quien ya tuvimos la ocasión de ver con Jorge Pardo y José Vázquez
Roper. No es mala cosa comenzar los conciertos dando las gracias y
mucho menos cuando las merece. Son demasiadas la veces que los
grandes músicos olvidan quien los pone donde están. Chano ha tenido
la 'Gracia' de ser agradecido glosando a la chilena universal en los
primeros compases de su nueva gira. Y después, para que nadie
olvide que esto se trata realmente de escuchar jazz, continuó con
Thelonious Monk. Como a los más grandes, a Chano le sobra genio,
sensibilidad y maestría para embaucar al público con su ejecución.
Tiene uno la sensación de que podrían deslizarse sus manos sobre
la fría superficie de una mesa, golpeando con sus yemas los nudos de
la madera inerte, sin perder un ápice del compás y de la melodía
de sus composiciones y arreglos
Ya con Posé el recital se convirtió en una verdadera fiesta. Las miradas cómplices entre los dos músicos y los solos del malagueño, que adereza con compases guturales más sonoros a medida que su ejecución se pierde por los confines del talento, desembocaron en una nueva velada histórica para la música en Jaén. No estaría de más que Millán comenzara a plantearse la posibilidad de grabar en un disco alguno de estos mágicos conciertos, porque lo que está sucediendo en Casallana es tristemente irrepetible y sería un error que sólo quedara de ello un álbum de fotografías y un puñado de crónicas.
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