Texto: Raúl Beltrán
Fotos: Sitoh Ortega
¿Cómo trasladar a unas breves
líneas la belleza de un instante? ¿De qué forma narrarte, lector, cómo embriaga
la música, cómo sacia el alma la poesía? ¿Acaso se puede explicar la grandeza
de un ocaso o la sinfonía que hay más allá del silencio a quien nunca vio ni
escuchó? Cerrad los ojos, leed con cada uno de vuestros sentidos y escuchad
estas letras como un susurro:
Tiene el palacete de ‘Casallana’
un halo del Romanticismo que tiempo atrás inspiró a un Santiago Auserón cada
vez más Juan Perro, sobre todo cuando el frío y la lluvia golpean sus muros y
tejados y mojan la primavera dormida de su jardín, único vestigio de aquellos
vergeles dieciochescos que salpicaban el Jaén antiguo. Nunca es fácil una
primer vez (la mayoría de las veces ni siquiera complaciente), pero nadie
hubiera dicho, a no ser porque quiso dejarlo claro al comienzo de su concierto,
que la del sábado fue la primera vez que Auserón desnudaba a su Juan Perro. Tan
sólo al abrigo de su guitarra, con la Zarabamda en la platea, el maño
universal, estudioso de las raíces del son cubano, regaló un repertorio, en gran
parte inédito, a un público tan agradecido y respetuoso que olvidó, ya con el
recital avanzado, sacar el lado más perro del genial músico. Tanto desnudó
Auserón su arte, que dejó entrever su calidad como intérprete a la guitarra y la
riqueza y tonalidad de su voz. Nada es igual a cuatro metros de distancia. Lo
artificial se hace mediocre y lo bello sublime. Y en su recital todo fue
sublime, hasta el ronroneo de las copas en la barra, que también necesita el
cuerpo revolcarse por el barro entre tanta alma inquieta.
Le debemos todos los amantes de
la música a Santiago Auserón, al Juan Perro de ida y vuelta, habernos abierto
los ojos a los españolitos de charanga y pandereta con aquellos Encuentros del
Son y el Flamenco en Madrid y Sevilla de principios de los noventa; haber
traído a músicos como Celeste Mendoza, Compay Segundo o Faustino Oramas el
Guayabero, entre otros muchos. Santiago Auserón es al estudio de las músicas
populares con especial atención al son cubano, el rock clásico y el jazz, lo
que Juan Peña “El Lebrijano” a los orígenes del cante flamenco.
Su concierto en Casallana estuvo
bien aliñado (a veces con demasiada sal) con las historias que dieron origen a sus
canciones. Siempre se escucha de otra manera la música cuando uno conoce la
historia que hay detrás y eso lo sabe hacer muy bien Auserón, casi tan buen
orador como músico. Con tono irónico recordó las palabras de su abuela, aquello
de ‘Poco talento’, recogido en una de las canciones de su último disco “Río
Negro”.
“Todos me llaman poco talento
Chuzos de punta, yo tan contento
Poco talento y algo de cuento
Pero muy poco talento”.
Chuzos de punta, yo tan contento
Poco talento y algo de cuento
Pero muy poco talento”.
Y cuando Axa, Fátima
y Marién aparecieron por el salón de ‘Casallana’ fueron recibidas,
primero con una ovación, y luego con el callado silencio que el romance anónimo
popular del siglo XV “Tres morillas me enamoran en Jaén” merece en esta ingrata
tierra con su pasado y cicatera con su futuro.
Y como toda esta historia no va
más que de placeres, nadie mejor para contentarlos que el cariño, la ternura y
la profesionalidad de Almudena (ahora sí, querida), Alejandra, Amada, Tere
Delgado, Lorena y sus grandes ojos tristes; el señorío de Maqui y ‘el Rizos’,
los sabios silencios de ‘Oxi’, el temprano ingenio de Pablo, la genialidad de
David y Marcos y la mirada de Sitoh y Yolanda.
Así fue el recorrido del devenir
romántico de un artista hacia la esencia de lo popular, de Santiago Auserón y
su Juan Perro, de otra velada en la ‘Casallana’ del incombustible Millán y de
la musa que habita entre sus muros, Tere Arenas.
Podéis abrir los ojos.
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