Texto: Raúl Beltrán García
Fotografías: Yolanda Ogayar
“Hay músicos que son maestros en lo suyo pero se entorpecen ante otras músicas, otros logran mezclar lenguajes con cierta facilidad, pero solo unos pocos son auténticos alquimistas, aquellos que conocen la naturaleza y propiedades de los metales que desean fundir y saben obtener a través de esa alquimia arte puro”. Son las palabras del maestro musicólogo y crítico Faustino Núñez en un acertada definición sobre la esencia de Jorge Pardo, que bien podrían extenderse a sus dos partenaires, el contrabajista Francis Posé y el baterista José Vázquez “Roper”.
El trío, que forman el proyecto D3 desde hace más de una década, con
cuatro trabajos discográficos en la calle (“Directo” (Satchmo Records, 2001),
“Quid pro quo” (Satchmo Records 2003), “3 de D’3″ (Quadrant Records, 2006) y
“Sobre la marcha” (Quadrant Records, 2012) volvió a visitar Casallana, la nueva
apuesta jazzística de Ángel Millán, para abrir la programación de la nueva
temporada del palacete de la calle Llana.
Si las veladas en Casallana son un lujo para los más exigentes
melómanos, disfrutar de estos tres grandes genios del jazz contemporáneo en el
jardín del palacete, uno de los pocos vestigios que quedan de aquellos vergeles
que ocultaban las estrechas calles del Jaén de extramuros, es un regalo para
los sentidos. Jorge Pardo se presentó con su flamante Premio a mejor músico
Europeo de Jazz otorgado por la prestigiosa Academia Francesa de Jazz el pasado
15 de enero en el Théâtre du Châtelet de París. Menos encorsetados que en su
anterior concierto, Pardo, Posé y “Roper” dejaron constancia de su maestría en
el arte rebozar el jazz con los sones y el compás más andaluz y flamenco y los
sones del allende los mares. Las flauta y los saxos de Pardo ensombrecieron el
ocre ocaso del último día del mes de agosto y las improvisaciones de los tres
maestros de ‘D3’ sumieron al respetable en un trance musical que tardarán mucho
tiempo en olvidar. No son las veladas de Casallana meros conciertos al uso.
Pocas apuestas de la oferta jazzística de este país, castigada como tantas
otras disciplinas por la demagoga crisis casi infinita que atravesamos, pueden
compararse a esta iniciativa.
La acompasada nostalgia del ‘Café de Chinitas’ o algunos de los temas
incluidos en su último trabajo, como ‘Verso’, ‘Tic-tac’ no son más que tres
ejemplos del universo musical de uno de los tríos más interesantes y rodados
del país, a los que aquella mágica noche se sumaron los hábiles arpegios del
músico mexicano Claudio Ñu, que acompañó en buena parte del concierto a Pardo y
los suyos.
No es el mismo este Jorge Pardo que aquel joven músico de 18 años que
participó en la ‘La Leyenda del Tiempo’ (1979) de Camarón, cuya huella, según
explica el mismo han tratado de borrar algunos indignos gurús de la producción
patria, y sin embargo, sí es el mismo. La esencia sigue siendo igual. El tiempo
tiñe de maestría el arte innato que atesoran algunos músicos que han conseguido
a base de malabarismos escalar hasta la cima del jazz mundial.
Mención aparte merece el incombustible Francis Posé, anclaje e impulsor
de tantos proyectos como este exquisito ‘D3’, que impregna con sus
composiciones y su calidad humana cada compás, cada tempo.
Y como no sólo de música vive el hombre, una vez más, la apuesta
gastronómica estuvo a la altura de un paraíso terrenal que habita en el corazón
del Jaén miope que sigue mirando la agenda musical de otras ciudades mientras
engorda la panza y el ego en las largas y costosas noches estivales. Buen
provecho.
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